viernes, 6 de septiembre de 2013

LA DESPEDIDA
(Rabindrath Tagore)


Si, es preciso partir. Me voy, madre querida, con los ojos llorosos y con el alma herida.

Cuando la muera y allá en el horizonte se esfume el sol poniente tras de un lejano monte,

Cuando llegue la noche y al pie de tu ventana acaricien las brisas tu cabecita anciana,

Mi espíritu lejano con voz sonora y triste evocará los besos que tú, madre, le diste,

Y te dirá angustiado: «tu hijo ya se ha ido» más quedará mi alma vibrándote al oído....

Seré yo un aura suave que rice tus cabellos blancos y sensitivos, tibios y sin destellos,

Y    ondularé los hilos de la sonora fuente donde bañes tu cuerpo pudibundo y doliente.

En noches tempestuosas cuando arrulle la brisa las rejas de tu alcoba con su tenue sonrisa,

Al compás del susurro musical de los vientos oirás caricias blancas, oirás murmullos lentos

Que son la voz de mi alma que llega hasta tu cama la risa de mis labios que entre sueños te llama...

Llegarán mis ternuras y mi voz balbuciente a gemir en las ramas del jardín sonnolente,

Y    si en la noche obscura te sientes desolada gimiendo a las alturas una oración amada,

Exclamaré gozoso: «Dormid, oh madre mía, que está larga la noche y muy lejano el día».

Montado en los fulgores errantes de la luna me posare en tu frente como si fuera una

Mariposa nocturna que sus alas aquieta después de haber girado como frágil veleta.

Si lloras, madre mía, sobre mi tibia cama al notar el vacío del que tanto te ama,

Seré un ensueño casto y así corno una sombra se entra por las urdimbres de la débil alfombra,

Penetraré en tus párpados, llorosos y despiertos para besar las niñas de tus ojos abiertos.

Mirarás por doquiera con extrañeza rara que juguetón divago por tu pálida cara

En forma de un insecto que susurra a tu oído palabras armoniosas de un secreto sentido....

Madrecita del alma: Cuando empiecen las fiestas del Juyá y repercutan las sonoras orquestas

Y    a la grata memoria del Juyá omnipotente se solacen los niños en el pueblo sonriente,

Renaceré de golpe al son de la flautillas con la mirada baja y andando de puntillas;

Y si Juyá te envía—según los viejos ritos Regalos primorosos, juguetes exquisitos,

Y    mi tía querida te los traiga amorosa y te pregunte, llena de una inquietud ansiosa:

«En dónde está tu hijo?» Entonces, madre mía, tu le dirás radiante de íntima alegría:

En las hondas pupilas de mis ojos dolientes, en su grato recuerdo que me roba la calma,

Está aquí en mis entrañas, en mis labios ardientes, le siento aquí en mi pecho, lo tengo aquí en mi alma...


BERNARDO ARIAS TRUJILLO

jueves, 11 de abril de 2013




ANTÍFONA AL BUEY


Para Manizales, la primer ciudad de América que ha erigido una estatua al Buey

Monumento a los Colonizadores

Bajo un sol meridiano que incendia las colinas, subes pausadamente sin que tu angustia llores, y al andar, tus miradas tormentosas inclinas como si en vez de piedras sólo pisaras flores!

Tienes un mismo gesto pera subir la loma y bajar las campiñas soledosas y hurañas; siempre estás resignado, lo mismo cuando asoma que cuando el sol se oculta detrás de las montañas!

A través de tus ojos pensativos y claros que miran lacrimosos, un dolor sé adivina, porque están apagados como dos viejos faros cuando ya ni una chispa de su luz ilumina.

Tú, así como las ramas de los viejos rosales que azotan porque brinden sus flores más esquivas, das tu duro trabajo a cambio de mil males y blanda mansedumbre a cambio de diatribas.

Fuiste Dios en Egipto y postrados de hinojos te adoraron por bueno, por tu amable figura, por tus ancas heridas, por tus místicos ojos que destilan tristeza, que rebosan dulzura!...

Y una noche de invierno en un flaco pesebre calentaste la cuna del Maestro Divino con tu aliento amoroso, con tu cálida fiebre, con tu piel inviolada como gasas de lino.

Estás crucificado por todos los tormentos y sin embargo abonas los arados que barias con tu sangre vertida por los vientos violentos que abrieron dos claveles en tus nobles entrañas!

Tú has trocado en emporios de gracia y de riqueza lo que antes era un yermo desconsolado y triste, y todo cuanto pisas se fecunda y progresa y de una formidable prosperidad se viste.

Los riscos montañeros y las sierras altivas a tu paso rendido se truecan en ciudades; en trigales los campos, y con tu paso arribas donde sólo se escuchan rugir las tempestades!

Por cada cruel azote, tú devuelves un fruto de silencio, y ocultas el dolor de tu pena; ¿Y después?.... Hasta muerto sigues dando tributo al hombre que te hiere y de escarnios te llena.

Al rodar al abismo das tu carne a los niños que florecen en turbios jardines de tristeza, de tus fértiles cuernos colgarán los corpiños; tu piel será zapato de una rubia princesa....

¡Oh blanca mansedumbre! ¡Oh castidad doliente! ¡Oh sangre chorreante de tus carnes divinas! ¡Qué bellas son tus llagas, qué gloriosa tu frente, como un ángulo rojo coronada de espinas!

Yo te he visto en las tardes en el lóbrego arado mirar hacia las nubes enfermas de negrura, mientras cae la lluvia y en su ritmo cansado acaricia tus carnes con inquieta ternura.

¿Qué miras allá arriba? ¿Buscas un premio acaso al acervo infinito de tus graves dolores?
Tal vez allá en los cielos, tengas siquiera un vaso de agua para tus belfos labios abrasadores.

Muchas veces te he visto al pie de las barrancas diluido en gavilla de calcinados huesos, como un enjambre místico de mariposas blancas besando la verdura de los bosques espesos!...

Y sobre los escombros de tu alba podredumbre florecerán entonces fertilizados lirios, como un ósculo blanco para tu pesadumbre sacrificada a costa de todos los martirios!

Adiós, hermano mío. Una noche lejana en mi andar silencioso de tardo peregrino, como tu pobre miembro de extinta caravana, blanqueara mi osamenta multiforme y anciana bajo el viejo recodo de algún viejo camino…