LA
DESPEDIDA
(Rabindrath Tagore)
Si, es preciso partir. Me voy,
madre querida, con los ojos llorosos y con el alma herida.
Cuando la muera y allá en el
horizonte se esfume el sol poniente tras de un lejano monte,
Cuando llegue la noche y al pie
de tu ventana acaricien las brisas tu cabecita anciana,
Mi espíritu lejano con voz
sonora y triste evocará los besos que tú, madre, le diste,
Y te dirá angustiado: «tu hijo
ya se ha ido» más quedará mi alma vibrándote al oído....
Seré yo un aura suave que rice
tus cabellos blancos y sensitivos, tibios y sin destellos,
Y ondularé los hilos de la sonora fuente donde bañes tu cuerpo
pudibundo y doliente.
En noches tempestuosas cuando
arrulle la brisa las rejas de tu alcoba con su tenue sonrisa,
Al compás del susurro musical de
los vientos oirás caricias blancas, oirás murmullos lentos
Que son la voz de mi alma que
llega hasta tu cama la risa de mis labios que entre sueños te llama...
Llegarán mis ternuras y mi voz
balbuciente a gemir en las ramas del jardín sonnolente,
Y si en la noche obscura te sientes desolada gimiendo a las alturas
una oración amada,
Exclamaré gozoso: «Dormid, oh
madre mía, que está larga la noche y muy lejano el día».
Montado en los fulgores errantes
de la luna me posare en tu frente como si fuera una
Mariposa nocturna que sus alas
aquieta después de haber girado como frágil veleta.
Si lloras, madre mía, sobre mi
tibia cama al notar el vacío del que tanto te ama,
Seré un ensueño casto y así
corno una sombra se entra por las urdimbres de la débil alfombra,
Penetraré en tus párpados,
llorosos y despiertos para besar las niñas de tus ojos abiertos.
Mirarás por doquiera con
extrañeza rara que juguetón divago por tu pálida cara
En forma de un insecto que
susurra a tu oído palabras armoniosas de un secreto sentido....
Madrecita del alma: Cuando
empiecen las fiestas del Juyá y repercutan las sonoras orquestas
Y a la grata memoria del Juyá omnipotente se solacen los niños en
el pueblo sonriente,
Renaceré de golpe al son de la
flautillas con la mirada baja y andando de puntillas;
Y si Juyá te envía—según los
viejos ritos Regalos primorosos, juguetes exquisitos,
Y mi tía querida te los traiga amorosa y te pregunte, llena de una
inquietud ansiosa:
«En dónde está tu hijo?»
Entonces, madre mía, tu le dirás radiante de íntima alegría:
En las hondas pupilas de mis
ojos dolientes, en su grato recuerdo que me roba la calma,
Está aquí en mis entrañas, en
mis labios ardientes, le siento aquí en mi pecho, lo tengo aquí en mi alma...
BERNARDO ARIAS TRUJILLO